Diana, diosa de la caza y protectora de la naturaleza



En la mitología romana, Diana era la diosa virgen de la caza y protectora de la naturaleza. Su diosa griega equivalente en la literatura es Artemisa, si bien en cuanto a culto era de origen itálico.

Relacionada con los animales y las tierras salvajes. Más tarde pasó a ser una diosa de la luna, suplantando a Luna y siendo también un emblema de la castidad. Los robledos le estaban especialmente consagrados. Era loada en la poesía por su fuerza, gracia atlética, belleza y habilidades en la caza.

En la práctica formaba una trinidad con otras dos deidades romanas: Egeria, la ninfa acuática, su sirviente y ayudante comadrona, y Virbio, el dios de los bosques. La etimología de su nombre es simplemente ‘la Diosa’, siendo pues su paralelo griego en este sentido (aunque no en el culto) Dione en Dódona.

Nacida poco antes que su hermano gemelo Apolo en la isla de Ortigia (luego llamada Delos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva. Por esta razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».

El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio como comitiva un numeroso grupo de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad, y con quienes se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.

Diana era grave, severa, cruel e incluso vengativa. Prevalecía sin piedad contra todos los que se ganaban su resentimiento: no vacilaba en destruir sus cosechas, devastar sus manadas, sembrar epidemias a su alrededor, humillarles e incluso matar a sus hijos. Así, exigió el sacrificio de Ifigenia, aunque en el momento clave fue sustituida por un ciervo. A instancias de Latona se unió a Apolo para matar con sus flechas a todos los hijos de la infeliz Níobe, que había presumido de su más numerosa prole. Trataba a sus ninfas con el mismo rigor, si olvidaban su deber: transformó a Calisto en osa y la expulsó de su cortejo por quedar embarazada.

También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza lo devorasen. En otra ocasión, en un acceso de celos, taladró con sus flechas e hizo fallecer cruelmente a Orión.

Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suavemente que no se despertaba.


Culto

Diana era adorada en un festival celebrado el 12 de agosto, cuando el rey Servio Tulio, esclavo de nacimiento, le dedicó un altar en el monte Aventino a mediados del siglo VI a. C. El estar en este lugar, y por tanto fuera del pomerium, significa que el culto de Diana siguió siendo esencialmente «extranjero», como el de Baco y nunca fue oficialmente «transferida» a Roma como lo fuera Juno tras el saqueo de Veyes.

Parece que su culto procedía de Aricia, donde permaneció su sacerdote, el Rex Nemorensis. Allí mantuvieron en común las tribus latinas el simple templo abierto,que Roma aspiró a fusionar en una sola.

Diana de los bosques fue pronto completamente helenizada, «un proceso que culminó con la aparición de Diana junto a Apolo en el primer lectisternium de Roma».Diana fue considerada con gran reverencia por los ciudadanos de clase inferior y los esclavos, pudiendo éstos recibir asilo en sus templos.

Fuente: Wikipedia
Imagen:  http://www.josephinewall.com/

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